Artículo escrito por Manuel Báez, de GTI Academy.

¡Qué daño nos ha hecho en nuestros negocios ese subtítulo!
Normalmente ubicado bajo el nombre del negocio, “Talleres XX”, siempre en plural, como si tuviéramos más de uno, y acompañado del apellido del propietario. En un alarde de creatividad marketiniana, hemos rematado la presentación de nuestros negocios con ese infame “mecánica en general”. Ha sido una carta de presentación hacia nuestros clientes proclamando nuestra capacidad de hacer absolutamente todo lo que me pidas. Y eso, me parece un riesgo enorme que hemos decidido correr.

Imaginemos el escenario en el que, en lugar de un taller, un día hubiéramos montado un restaurante de comida tradicional, con una carta repleta de platos de cuchara, ricas carnes y pescados de las mejores procedencias nacionales y caldos de primer nivel.

Bien, ahora imaginemos que nos viniera un comensal, solo, desconocido, con aparente buen aspecto y sensación de “si como bien, repetiré” y nos pide, una rica sopa Ramen y un ceviche peruano. Lo normal sería decirle que no disponemos de los ingredientes, que lo que nos pide está fuera de carta y que no podemos servirle esos platos, ¿verdad? Ese restaurante no pondría en la fachada “Pídeme lo que quieras que yo te lo cocino”.
Pero, ¿y si lo hubiéramos puesto? En ese caso, aceptaríamos la comanda y apurados entraríamos en cocina, dando órdenes a los pinches, niño ponte a trocear pescado, mientras te preguntas, ¿tenemos fideos de arroz?

La cosa acaba, sirviendo la sopa, tarde, con una presentación dudosa y sin garantías de que al cliente le agrada, por lo que acabas invitando al cliente al café y cobrando el ceviche a un precio ridículo, ya que no sabes si está bueno. Y todo por aceptar ese “Pídeme lo que quieras que yo te lo cocino”.

Lo que traducido a nuestro sector es ese “Mecánica en General”.
En algún momento hemos perdido las especialidades en muchos de los talleres de nuestro país, hemos sido “neumatiqueros” que se han convertido en talleres de mecánica rápida, electromecánicos que cambian embragues y carroceros que son muy competitivos en el cambio de distribuciones.
Con la intención de ofrecer un servicio integral a nuestro cliente lo veo excelente, sin embargo, en el momento en el que hemos sacrificado la identidad de nuestro negocio y apartado nuestra especialidad con el objetivo de ofrecer de todo, hemos penalizado algo muy importante: nuestra rentabilidad.

Ahora como negocios, tenemos la suerte de estar llenos, agendas a dos semanas vista y coches para aburrir, y tareas complicadas también. Y esto nos ha llevado a un cuello de botella como mínimo curioso.

Por un lado, la falta de personal, en contradicción directa con nuestro “Mecánica en General”, nos hace tener tareas por hacer sin manos efectivas, provocando o bien, que el oficial de tercera intente salvar los muebles haciendo tareas de oficial de primera, o bien, obligando al propietario o jefe de taller a meterse bajo el elevador, dejando de dirigir el negocio para conseguir reparar ese problema que le hemos comprado al cliente.

Después, al haber generalizado ciertas tareas, hemos entrado en una espiral de competencia sana, en la que todos competimos por hacer de todo, y como coches sobran, no pasa nada. Sin embargo, no dejamos de mirarnos de reojo, comparando nuestros precios de mano de obra con los de los talleres de nuestra zona, no queriendo ser el primero en subirla y llevándonos a ese bloqueo en mejora de nuestra rentabilidad que estamos sufriendo.

Y ya, por último, el remate: nuestra incapacidad a decir que NO.
Siempre digo que, en la escala de orgullo, el del mecánico está en la cúspide. Capaces de sacrificar nuestro negocio y su rentabilidad por ese “esta reparación la saco por mis… narices”. Llevando al propietario, al jefe de taller o al técnico más cualificado a echar horas en ese vehículo que falla y no sabemos el motivo, sin piedad, sin control, horas hasta sacar la avería, para luego, por supuesto, regalar la mitad de las invertidas por no saber cómo justificarlas. Por no tener un protocolo y un procedimiento de diagnosis y por no darle valor a nuestro conocimiento, acostumbrados ya a vivir del margen del recambio.

No entendamos este artículo como una crítica al servicio integral, es sin más, una reflexión, una oportunidad por abordar, un aviso para navegantes: de la generalidad, poca rentabilidad hemos tenido, debemos plantear nuevos escenarios.

En próximos artículos hablaremos de un concepto curioso, el “Escudo de Armas”, y os preguntaré: ¿Qué señas de identidad tiene vuestro negocio?

De ahí saldrán respuestas como: Qué lleva a tus clientes a escogerte a ti, qué consideran que haces mejor que otros negocios o por qué destacas en tu mercado. Descubriremos que la respuesta a ninguna de esas preguntas es tu servicio de “Mecánica en General”.